¿Qué es la depresión?
La característica principal de un episodio depresivo mayor es la aparición de un estado de ánimo deprimido, triste, desesperanzado y una pérdida de interés o placer en casi todas las actividades. En niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable en lugar de triste.
Además deben darse al menos 4 síntomas de la siguiente lista:
• Cambio de apetito o de peso. Normalmente el apetito disminuye y el sujeto tiene que esforzarse por comer. En otros casos pueden aumentar el apetito, con apetencia por ciertas sustancias como los dulces y otros hidratos de carbono.
• Cambios en el sueño. Lo más característico es el insomnio medio que consiste en despertarse a media noche y ya no poder dormir y también el insomnio tardío que es el de despertarse a primeras horas de la mañana antes de la hora normal de despertar. Menos frecuentemente se produce el insomnio inicial, al no poder conciliar el sueño o la hipersomnia que consiste en dormir más horas de lo normal por la noche e incluso de día.
• Cambios psicomotores. Que incluyen agitación (no poder estar sentado, frotarse las manos, paseos, etc.) y enlentecimiento (en el lenguaje, pensamiento, movimientos corporales, bajo volumen de voz, mutismo, etc.).
• Falta de energía, cansancio y fatiga.
• Sentimientos de infravaloración, preocupación y de culpa, incluso por pequeños errores cometidos en el pasado.
• Dificultar para concentrarse, pensar y tomar decisiones. Aparecen distracciones y pérdida de memoria.
• Pensamientos recurrentes de muerte o ideación, planes o intentos suicidas.
Los síntomas han de darse la mayor parte del día, casi todos los días, durante al menos 2 semanas consecutivas. Todo ello suele conllevar deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la vida.
Es importante diferenciar el trastorno depresivo de cuadros aparentemente similares como los que vienen dados por el consumo de drogas (como la intoxicación pro alcohol o la abstinencia de la cocaína), los efectos secundarios de los medicamentos (p. ej., corticoides), o por enfermedades médicas (p. ej. el hipotiroidismo) o por la muerte de un ser querido (siempre que los síntomas depresivos no sean especialmente intensos o perduren más de 2 meses después del fallecimiento).